Acto I

De pronto todo empieza a ir bien y te crees que se calma todo.

Te levantas, te lavas los dientes y quitas ese aliento de tu boca fétido  y putrefacto que te recuerda que si estas sin abrir la boca durante mucho tiempo terminas pudriéndote. Pudriéndote por DENTRO. Así que sacas algo de fuerza para sujetar la taza del cola-cao, porque el café te pone demasiado nerviosa, y mientras bebes a sorbos lentos lo primero que ingieres en tu día…piensas…¿Qué coño hago yo aquí?

Acto II

De pronto todo empieza a ir mal y te crees que todo se va a la mierda.

Te levantas, te lavas los dientes y ese día decides maquillarte,  porque todo te va tan mal…que con una buena capa de polvos se puede tapar hasta el grano más asqueroso. Te pones la mejor de tus sonrisa mientras te miras al espejo…y sales a comerte el mundo…porque  nada te puede ir peor de lo que ya te va.

Acto III

Peripateticamente hablando. La conclusión es que  visto lo visto…no me apetece levantarme de la cama.

Estoy cansada

Cansada de que nada salga bien. Cansada de cansarme de que nada salga bien. Cansada de estar cansada de cansarme de que nada salga bien. Cansada de estar cansada de estar cansada de cansarme de que nada salga bien